Sobre “Wendy y Lucy”, Will Oldham y otras historias



Recuerdo volver del cine de ver la nueva película de Kelly Reichardt, "Wendy y Lucy", y dar vueltas sobre cómo escribir sobre ella. Algunas semanas después, al pensar en la película, me viene a la mente Will Oldham. El músico de Kentucky protagonizó el anterior filme de Reichardt, "Old joy" (2006) y en esta película su intervención no excede los cinco minutos. Aún así, parece que este personaje que interpreta es una extensión de aquel que nos inquietaba en "Old joy": sigue siendo un treintañero alocado, del que desconfías pero a su vez no te apetece separarte. Quizá por esto, es el personaje de Oldham lo que mantengo más presente, porque me permite enlazar ambas películas de Reichardt.
De Oldham me atraen muchos aspectos. Primero sus discos, por supuesto. Incluso aquellos más pequeños, que parecen hechos a modo de pasatiempo, de veinte minutos y bajo un prisma lo-fi como si se hubieran escrito y grabado en tiempo real. Saca discos casi cada mes, y aun así es difícil sentirse saturado. Pero además, oigo el Spiderland de Slint y me imagino a los músicos, cuatro jovenzuelos despreocupados, en ese lago a mediados de los noventa siendo fotografiados por Will Oldham. Algo tiene que ver esta foto con el enigmático misticismo que envuelve hoy a Slint. También contemplo los diseños de sus discos, que engarzan con la música que acompañan: la calavera trémula del I see a darkness, las ilustraciones naif del disco que grabó con Tortoise, o el dibujo de la portada del último disco que publica, Beware, donde evoca poderosamente al Johnny Cash de American recordings. Además, su faceta de ilustrador le ha servido no sólo para dar forma a sus discos, también para diseñar portadas para otras revistas, como hizo en un número del Zoetrope: All story de Coppola.
Hace años, mi irreversible timidez me impidió acercarme a ese americano barbudo que caminaba en sandalias por la Alameda de Sevilla, una tarde lluviosa de marzo. Puede que fuera también por la sensación que me transmite Oldham: un elusivo treintañero, extravagante, del que desconfías, pero igualmente cuesta desprenderse.

Me he perdido. Este texto pretendía hablar sobre "Wendy y lucy". Aunque, ahora que caigo, la presencia de Will Oldham en la película soltando un extrañísimo monólogo dejaba en Wendy sensaciones parecidas: hierática, a media distancia, como si tuviese miedo a intervenir, se queda observando cómo ese personaje lanza proclamas surrealistas bajo las brasas de una hoguera.

Aurelio Medina





(Aquí escribimos la parte de entrada que veremos extendida )

Ernesto Ché Guevara, diario de Bolivia (1994, Richard Dindo)




Vuelve a la gran pantalla la figura del Ché en ese biopic que ha partido en dos Sorderbergh, y viene a la memoria esta película que el director suizo Richard Dindo (experto en realizar, como él mismo denomina, "autobiografías ajenas") firmó en 1994 siguiendo las anotaciones del diario que el revolucionario dejó escritas durante su período en Bolivia. El documental tiene como hilo conductor las líneas del diario, narradas en off, mientras que la cámara redescubre los lugares que el Ché transitó, recogiendo testimonios de sus compañeros y haciendo un auténtico elogio al espacio vacío. Los últimos lugares que retrata la cinta, una vez que la voz en off expira, adquieren más que en ningún otro momento de la película un aspecto espectral, trasladándonos al lugar donde pereció el Ché y fue retratado cual pieza de caza.